
Derechos humanos: la efeméride que nos invita a mirar lo obvio
Cada 10 de diciembre, el calendario nos recuerda que la igualdad, la libertad y el respeto merecen una «mirada más atenta». En esta ocasión, el Ministerio de Gobierno, mediante su Secretaría de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos, volvió a enfatizar una verdad tan fundamental como a veces olvidada: los derechos humanos no son una concesión divina, sino una construcción diaria.
La cartera gubernamental destacó que esta edificación se materializa en la cotidianidad, a través de una atención adecuada, trámites que no se conviertan en odiseas burocráticas y, por supuesto, políticas públicas que extiendan un puente hacia aquellos que la historia, con su peculiar sentido del humor, ha mantenido históricamente al margen.
Un pacto global nacido de las cenizas
La génesis de esta fecha se sitúa en 1948, un momento en que la comunidad internacional, aún sacudida por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, decidió que era prudente establecer un «ideal común» para todos los pueblos. Así nació la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este documento, compuesto por un preámbulo que es casi una declaración de intenciones y 30 artículos que son un manual de convivencia (ideal), consagró derechos que abarcan desde lo civil y político hasta lo económico, social y cultural, reconociéndolos como inherentes a cada individuo, sin distinción alguna. Con el tiempo, esta declaración se erigió como un pilar inamovible del derecho internacional, inspirando constituciones y leyes en cada rincón del planeta, aunque a veces su letra grande se pierda en la letra chica de la realidad.
Foco en los más vulnerables: la dignidad como brújula
La agenda actual pone en el centro a personas mayores, niñas, niños y adolescentes, mujeres, diversidades, personas con discapacidad y comunidades en situación de vulnerabilidad. El objetivo declarado es «reducir brechas» y «ampliar oportunidades». Un desafío que, admitámoslo, a veces parece una tarea de Sísifo.
Una herramienta «clave» en esta cruzada es la capacitación permanente de los agentes estatales. Formar en derechos humanos, perspectiva de género y prevención de la violencia institucional es vital para que cada intervención del Estado «esté guiada por el respeto a la dignidad». Uno podría preguntarse qué criterios guiaban estas intervenciones antes de esta «clave» capacitación, pero eso, quizás, sea tema para otra efeméride.
En el marco de esta jornada, la Dirección de Promoción y Protección de los Derechos Humanos, dependiente de la Secretaría de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos, desplegó su acción en el Centro Cívico. Allí, se acercó «material promocional» sobre derechos, canales de acompañamiento y recursos disponibles. Una iniciativa que, esperamos, trascienda el mero folleto y se ancle en la concreción diaria.
De este modo, el Día Internacional de los Derechos Humanos se erige como un recordatorio persistente: toda persona tiene derecho a una vida libre de violencia y discriminación. Y la misión del Estado, esa gran estructura, es traducir este principio en acciones tangibles y perceptibles en el día a día de la comunidad. Porque, después de todo, los derechos no son un mero concepto para debates académicos, sino la base de una convivencia digna.

