En este sentido, figuras del ámbito intelectual, militar y educativo se destacaron por su aporte a la vida de la provincia y también del resto del país.

Es el caso de Domingo de Oro, que nació en la Ciudad de San Juan el 3 de octubre de 1800 y de quien Sarmiento hizo un elogioso recuerdo por su gran capacidad, vinculándose a diferentes actos de la vida política sanjuanina y también administrativa del resto del país.

El político, funcionario y periodista era hijo de Magdalena Zavalla y de José Antonio de Oro, hermano de Justo Santa María de Oro; cursó sus primeros estudios en su ciudad natal y luego pasó al Colegio de San Carlos en Buenos Aires.

Desde muy joven se inició en la vida política. Apoyó, junto con el Cabildo de San Juan, la revuelta de oficiales subalternos y sargentos del 9 de enero de 1820, protagonizada por el Batallón Nº 1 de Cazadores de los Andes encabezado por el capitán Mariano Mendizábal pero, tras la intervención del Gobierno de Mendoza, intentó mediar entre San Martín y las fuerzas sublevadas.

En 1826 fue electo, en representación de su provincia, como diputado ante el Congreso General Constituyente. Colaboró en el periódico “El Porteño”, opositor a Manuel Dorrego.

Enfrentado con Rosas y los federales de su provincia natal, debió escapar a Chile en 1833. Se dedicó al periodismo y participó en la organización de la Comisión Argentina de Emigrados, presidida por el general Las Heras e integrada, entre otros, por su pariente Domingo Faustino Sarmiento. En Valparaíso publicó el folleto titulado “El tirano de los pueblos argentinos” (1840). En Copiapó se dedicó al negocio minero. Para 1845 estaba encargado del diario “La Época” y de la redacción de “La Gaceta Oficial”.

Su residencia en el país transandino fue prolongada, y Oro la alternó con algunas estadías en Bolivia.

En San Juan adhirió a la revolución que terminó con la vida del gobernador Juan Antonio Virasoro. Se encontraba trabajando en Mendoza, cuando el 20 de marzo de 1861 se produjo el terremoto que destruyó la ciudad.

Oro quedo sepultado entre los escombros por varias horas y quedó inválido.

En 1862 fue nombrado diputado de minas de San Juan. Viajó a Patagones, Chaco, Formosa y Asunción del Paraguay, seguramente intentando la explotación de alguna industria. Falleció en la casa de su hijo Antonio en Baradero (provincia de Buenos Aires), el 26 de diciembre de 1879. Sus restos fueron inhumados en el cementerio local y su tumba fue declarada monumento nacional en 1950.